Debía presentar unos papeles del bar, hablar con unas personas, dejar los papeles. Estaba algo intranquilo, porque el tiempo me jugaba en contra. Decidí que la mejor opción era tomar un taxi. Salí aprisa del bar y fui caminando por la calle buscando un taxi. Todos iban deprisa y ocupados. Uno se acercó a la acera. Una mujer abrió la puerta y lo abandonó. Observé al conductor, le hice un gesto como para saber si estaba libre. Me correspondió amablemente. Entonces me adentré en una de esas pequeñas grandes historias, metáforas que extienden la vida, símbolos que nos sacan de la prisa diaria. Se insinuaba el reflejo en el espejo retrovisor, de sus ojos, pequeños y tristes, acongojados.
Le indico la dirección. Un conocido lugar de Barcelona. Comentamos algo al respecto, pero de eso no íbamos a hablar, yo tampoco debía decir nada, todo era él. Era un hombre bajo, de unos sesenta años, algo calvo, de rasgos sensibles y reminiscentes.
- Taxista: Me acaba de suceder algo que no creía que me iba a pasar nunca. Algo que quería que me suceda antes de morir. Se lo contaba a la señora que acaba de bajarse ahora mismo.
Me va mirando de reojo por el espejo retrovisor, pequeño y asombrado. Sin todavía poder creer lo que le esta contando a esta persona, a este desconocido que se acababa de subir a su Taxi.
- Taxista: Justo antes de subirse esta señora, se subió a este Taxi, a mi Taxi, mi amor platónico de los quince años. Hace cuarenta años que soy taxista. Siempre supe que alguna vez, por mi profesión, me la tenía que encontrar. Por lo menos, yo pensaba, debería encontrármela por la calle. Al pasar. No me quería morir sin antes volver a verla. Me ha quedado un recuerdo muy bonito de ella. Yo tenía quince años y desde aquel entonces ella es mi amor platónico. La miraba por el espejo retrovisor, como te veo a ti. Pero no la conocía. Me parecía conocerla, pero no distinguía quien era. La miraba insistentemente, pensé que la mujer se iba ofender de tanto que la miraba, pero había algo que me llamaba la atención. Recordaba que Inma tenía un hoyuelo profundo en la pera, un rasgo peculiar que compartía con esta mujer. Trataba de recordar algún otro rasgo físico que me dejara saber si era ella. Pero no podía recordar bien su cara. Habían pasado más de cuarenta años. Ya no tenía presente su cara de niña, y en la cara de esta mujer, resultaba difícil saber a ciencia cierta, si se trataba de la misma persona. No podía dejar de sacarme la duda, si era ella, tenía que saberlo. Mire por el espejo retrovisor y le pregunté: ¿Perdone, Usted es Inma Gutierrez Gomez? (Ella se quedó asombrada y puso una mirada algo sospechosa. Las piernas me temblaron, me temblaron como me temblaban cuando tenía quince años, ¿me entiendes?)
- Inma: Si, soy yo, ¿pero usted quién es? ¿como sabe mi nombre?
- Taxista: (Apenas podía creer lo que estaba pasando. Siempre quise volver a tenerla frente a mí, poder decirle la verdad.). Te podría decir que hace más de cuarenta años que eres mi amor platónico. Yo soy el que les llevaba el pan en el pueblo, todos los veranos, cuando venían a vacacionar.
(Ella era de una familia con dinero, de los que les llevan el pan, yo en cambio era de los que llevaba el pan. Todas las mañanas me tocaba llevárselo, y siempre salía ella a atenderme. Todos los veranos. Una linda época esa, con quince años. En el pueblo eran nueve meses de aburrimiento y tres meses, el verano, donde todo se ponía bonito. Ahí venía ella.)
Ella me miró como sin creerlo, pero al momento me recordó. Me preguntó…
- Inma: ¿Y como es que nunca me dijo nada?
- Taxista: Puedes imaginarte el motivo. La timidez. Yo era un chico de pueblo, uno del montón. Tú en cambio, eras de la ciudad, y encima, eras la más hermosa de todas.
- Inma: ¿Y por qué me lo confiesas hoy?
- Taxista: No sabía muy bien como responderle. Era algo que necesitaba hacer desde hace tantos años. Pensé en decirle que habían pasado tantos años, que ya no podía ser tímido, que aquel joven esto o aquello. Pero pensé que sería de mala educación hablar así de hace tantos años, que eso sugeriría su vejez, después de todo ella era una mujer, y no sería correcto comenzar con una frase así. Tanto pensar, mirando de reojo por el espejo retrovisor, finalmente ella se respondió a sí misma.
- Inma: No me digas, que ya lo se. Que ya no soy tan hermosa y que ha pasado mucho tiempo y ya no tengo quince años.
- Taxista: Me temblaban las piernas, como hace más de cuarenta años. Y entonces le conté que recordaba con mucha añoranza aquella época, que la recordaba a ella. Le pedí si no tenía alguna foto de joven, para recordarla mejor, que la memoria ya no me permitía tener una clara idea de su cara. Pero no tenía ninguna. La llevé hasta su negocio. Me invitó para que lo viera. No se si para mostrarme lo bien que le había ido en la vida o para seguir conversando. Me invitó a pasar a su despacho. Seguimos hablando de aquella época, de esos veranos. Finalmente sacó una tarjeta, de esas de contacto, con la dirección del negocio, la dio vuelta y escribió por detrás un teléfono.
- Inma: Este es el teléfono de mi casa. No se lo doy a nadie. Pero me gustaría que me llames.
- Taxista: Yo te llamaría cada cinco minutos. Pero no puedo. Estamos los dos casados. Han pasado más de cuarenta años. Pero te llamaré para fechas especiales, para tu santo, para las fiestas.
Luego me fui, aún emocionado de la cosa linda que me había pasado en esta mañana.
- Josep: Que historia más bonita me ha contado en este viaje.
- Taxista: Mira, estas cosas le alegran mucho a uno. Todos son problemas, enfermedades, los hijos que toman cualquier camino, por eso esto es como un regalo para mí. Es muy especial. Nunca pensé que ella se subiría a mi Taxi.
Tenía, aún, la voz algo entrecortada, los ojos teñidos de una pequeña lámina de nostalgia. Lo dejé. Tenía la prisa del recado. Pero quería compartirlo con vosotros. Recordé mis amores platónicos, de juventud. Porque a todos, en algún momento, nos han temblado las piernas.
Saludos cordiales,
Joseph Calçot.
Barcelona 26-11-2007
2 comentarios:
Bon dia, aquí Pau Perr i Mou. Si bien es demasiado temprano para comentar de modo aparentemente inteligente su artículo (son las 7 de la mañana de un día domingo...mala hora casi para cualquiércosa), no quería dejarpasar la oportunidad de saludar y agradecer su sentido estético y su sensibilidad. Con mejor disposición y más neuronas que la de emergencia funcionando comentaré algunos elementos qu eme han llamado poderosamente la atención. Saludos y adelante.
http://metrotaxi.blogspot.com/
desde USA lee esta historia,me encanto, yo con mi taxi tego miles,pero esta es una buena
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