miércoles, marzo 12, 2008

La ciudad extranjera de un inmigrante

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Suena un teléfono en una costa preguntándole al más allá por una tormenta, al más acá le pregunta por la costa invisible y lejana. Tifones y tornados. La tormenta era invisible en ambos lados.


Todos se han desvanecido. Todos se han transformado. Todos se han vuelto inocentes. Todos se ignoran culpables. Todos.


Algunos se han vuelto visibles. Algunos se han perdido y encontrado. Algunos se han preguntado. Algunos han insistido. Algunos.


Miraste la hoja y las fotos. Te preguntaste quién eras.


La subterránea ciudad extranjera. Se hizo piel, carnes, se hizo venas y al fin huesos.


Te volviste a preguntar quién eras.


Te sentiste adorado y expulsado por una ciudad lejana que estaba dentro tuyo, latiendo.


Y un día, de pronto, la odiaste….


Por nadie. Por todos y algunos. Por vos mismo.


Y vos ya eras la ciudad y la ciudad eras vos.


Miscelánea en vez de individual, amable en vez de cordial. Inquieta en vez de salvaje, emprendedora.


Volviste a la hoja y las fotos, te preguntaste quien eras.



Salu2,


Hector

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desconocía esta faceta, Héctor. Impesionada y con la piel de gallina. Como cuando uno se impresiona, no?
lu

Hector Casa dijo...

la faceta bucólica?. Gracias por dejarse impresionar!

Hector...